
Con altivez se ve la luna
delineada por las blancas nubes
que resplandecen con la luz plateada
como si fueran mariposas en los aros de la luna
dejando pasar con ligereza la maldita oscuridad.
Luego se cae una a una las agotadas mariposas
rondando por los rincones de la noche taciturna,
en la hondonada se oye el silbido agudo del viento,
los árboles le hacen reverencia ante encantador vaivén.
Y se ve al final del camino la casa abandonada
donde afanosa las arañas zurcen los vidrios rotos
en busca de una desprevenida mosca
que le sirva de platillo en esa noche de luna encantada.
El viento estremecen la maleza del patio,
mala noche - dicen los grillos que cruzan
por entre los cascajos arruinados de la chimenea,
mala noche - repiten los buhúos,
que no pueden conciliar el sueño,
con el loco vaivén de las ramas.
¿Volverá? - preguntan los recelosos caracoles,
a la luna con su manto luminoso,
los seres que habitaban esta casona,
tal vez en otra noche taciturna,
vuelvan los hijos pródigos, aquel paraje tormentoso
contesta... la luna enamorada de la noche,
Aquel paraje alejandrino
halo de misterio que le da la oscuridad,
bajo el bosque de ortiga y malvaloca,
cuando cruzan las ratas por las vereditas
penetrando a los cuartos vacíos
de aquella casona vieja postrada a la vera del camino.